Nota para el viajero


en este blog intento reunir dos de mis más salvajes obsesiones: el arte y la literatura; está dedicado a todos los creadores que de alguna manera siempre me acompañan y han pasado a formar parte de mi manera de entender el mundo...

no soy un "conocedor" académico... así que no me exijan ni tesis doctorales ni razonamientos consecuentes...


miércoles, 5 de octubre de 2011

Gustave Doré - El cuervo (de Edgar Allan Poe)

GUSTAVE DORÉ 
1832-1833




Gustave Doré nace en Francia, en 1832. 

No fue un buen estudiante, destacándose sólo en el dibujo. Es conocida la anécdota en la que al no poder realizar correctamente una traducción del latin prefirió dibujarla. El profesor, al ver el dibujo, le puso la mejor calificación de la clase, a pesar de no haber escrito una sola palabra.

Su madre lo llevó a Paris, con tan solo quince años de edad, animándole para que presentara sus dibujos a Charles Philipon, director de la revista satírica Charivai. Philipon quedo asombrado y no dudo en contratarlo inmediantemente. 

Presentó Doré un marcado complejo de Edipo, y prefirió permanecer soltero pese a haber mantenido amores con las cantantes Adelina Pati y Hortense Schineider.

Pronto su fama fue en aumento y dado su extraordinario talento y su capacidad de trabajo rápidamente se convirtió en uno de los más grandes ilustradores de obras clásicas. De sus lápices de dibujo salieron entre otros las ilustraciones para “Los cuentos drolaticos” de Balzac en 1855, La Divina Comedia de Dante en 1861; Don Quijote en 1863, La Biblia en 1865, El Paraíso Perdido de Milton en 1866, Las fábulas de la Fontaine en 1867, las obras de Rebalais en 1873, amén de otras muchas como Gargantúa y Pantagruel, los ensayos de Montaigne o los libros de viajes como L‘Espagne de Davillier.

Personaje excéntrico, bromista, amigo de la parodia, bailarín y alegre, irritaba a Edmond de Goncourt, que en su célebre Journal lo describe así: “ Su físico me irrita y me resulta desagradable: es un hombre fofo, de tez fresca y sonrosada, muy redonda como la luna o una linterna mágica: tiene un rostro de monaguillo, de niño eterno, al cual su trabajo fabuloso no ha conseguido borrar su exasperante aire de niño prodigio.”

La muerte le sobrevino en París, fruto de un ataque de apoplejía en 1883 con tan solo cincuenta años.

























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