VLADIMIR MAIAKOVSKI
(1894-1930)
EL POETA DE LA REVOLUCIÓN
(ANTOLOGÍA)
BREVE PRESENTACIÓN INNECESARIA
Vladimir Maiakovski, hijo del guardabosque Vladimir Maiakovski y una mujercita frágil y pequeña de nombre Alejandra Alexándrovna, nace en 1894, en un pequeño pueblo de la Georgia rusa
Le tocó un espacio físico muy singular: la de la Rusia convulsionada bajo el gobierno de los Zares. Hasta pasados los veinte años vivió bajo ese sistema de gobierno.
La dura condición del pueblo georgiano, oprimido por el imperialismo ruso, sumado a la influencia de su hermana Olga, educada en círculos marxistas, hace que despierte en él, el fuego revolucionario.
En 1908 es detenido por actividades clandestinas y puesto preso en la cárcel de Butirki donde lee todos los libros de la biblioteca del penal, comenzando entonces a pulir sus primeros poemas, de clara militancia política.
La poesía de Maiakovski se convierte en un feroz llamamiento a destruir el clasicismo y el academicismo. La poesía simbolista era la poesía imperante en aquella época.
Fue iniciador del futurismo ruso. De hecho publicó en 1912, junto con David Burliuk y Velimir Jlébnikov, su manifiesto La bofetada al gusto del público.
"A quienes lean nuestra Nueva Primera Inesperada. Solamente nosotros somos la imagen de nuestro Tiempo. El corno del tiempo resuena en nuestro arte verbal. El pasado es estrecho. La Academia y Pushkin menos comprensibles que jeroglíficos. Puskin, Dostoievski, Tolstoi, etcétera, etcétera, deben ser tirados por la borda del vapor del Tiempo Presente.
Quien no olvida su primer amor no vivirá el último.
¿Quién será tan crédulo para entregarle su ultimo amor a la perfumada lujuria de Balmont? ¿Acaso encontrará allí un reflejo del valeroso animo del día de hoy? ¿Quién será tan cobarde que no se atreverá a arrancar la coraza de papel del negro frac del guerrero Briùsov? ¿Encontrará allí acaso la aurora de una belleza desconocida? Lavaos la mano que ha tocado la porquería de los libros escritos por intocables Leónidas Andreyevs. Todos esos Máximos Gorkis, Kuprins, Blocks, Sologubs, Remizov, Averchenckos, Chornys, Kuzmins, Bunins, etcétera, etcétera;sólo necesitan quintas a la orilla de un río. Así recompensas el destino a los sastres.¡ De la altura de los rascacielos miramos su pequeñez!... Exigimos que se respeten los siguientes derechos de los poetas:
1. Ampliar el volumen de su vocabulario con palabras arbitrarias y derivadas.
2. Rechazar el odio invencible al idioma que existía antes de ellos.
3. Arrancar con horror de sus orgullosas frentes la corona de gloría de a centavo tejida de varas de abedul propias de los baños.
4. Tenerse de pie en la roca de la palabra “nosotros” en medio del mar de silbidos y ultrajes.
Y si bien por ahora persisten en nuestro verso las sucias huellas de su sentido “común” y “buen gusto”, ya también, por primera vez, brilla en ellos el Relámpago de la Nueva Belleza Futura de la Palabra Autosuficiente.
D. Burliuk, Alexander Kruchenyj, V. Maiakovsky, Víctor Jlébnikov.
Moscú, diciembre de 1912."
Al triunfar la Revolución se transformó en una especie de portavoz poético de la misma.
Los grandes espacios públicos lo tuvieron en distintas ocasiones leyendo ante millares de obreros sus poemas militantes por la causa bolchevique, de la que se fue alejando cuando el régimen soviético se declaró opositor a la corriente poética del futurismo.
En el período de los años 20, Mayakovski se dedicó a promocionar por el mundo la Revolución, cruzando Europa entera e interviniendo en cónclaves y coloquios. En 1922, viajó a Riga, Berlín y París, y en 1925 visitó los Estados Unidos y México. En ese periodo creó elementos prácticos de propaganda, como carteles, afiches y argumentos para películas y recitó sus poemas en la Rusia bolchevique. Fue uno de los editores de la revista LEF.
La poesía de Maiakovski se lee como si un torrente de luces, si como todos los campos eléctricos, se unieran y convulsionaran.
El 14 de abril de 1930, a las 10:15 de la mañana, en el famoso callejón Lubianski, el cantor de la revolución rusa, el educador del pueblo, el vate amante, frenético, incontenible, no supo frenar su propia muerte y fue entonces cuando se pegó un tiro en el corazón.
150.000.000
150.000.000 es el nombre del artífice de este poema.
Su ritmo: la bala.
Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro.
150.000.000 hablan por mi boca.
Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,
en el papel vitela del adoquinado.
¿Hay quién pregunte a la luna?
¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas?
¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor
más genial de la tierra?
De igual modo
este poema
no tiene autor.
Su única idea es
brillar en el día naciente.
Ese mismo año,
en ese día y hora,
bajo tierra,
en la tierra
por el cielo
y aún más arriba
aparecieron estos
carteles,
octavillas,
afiches:
"A TODOS¡
¡A TODOS!
¡A TODOS!
¡A todos
los que ya no aguantan más!
¡Salid
y marchad juntos!"
(firmas):
La Venganza -maestro de ceremonias.
El Hambre -administrador.
La Bayoneta.
La Pistola.
La Bomba.
(tres
firmas:
los secretarios)
¡Vamos!
¡Vamos, vamos!
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Se caen!
¡Eh, Juanón!
¡Mete billetes en la alpargata!
¡No vayas descalzo al mitin!
¡Adiós, Rusia del alma!
¡Se acabó el pobre!
¡Ya encontramos otra Rusia!
¡La internacional!
¡Vamos!
Sentado en sillón de oro
toma té con bizcochos.
Iré a verle,
furioso.
Iré a verle
tísico.
Iré a verle
y le diré:
"Wilson, oye
Woodrow,
¿quieres un cubo de mi sable?
Ya verás..."
Llegaremos hasta el mismísimo
hasta Lloyd George
Y le diremos:
"Oye,
Jorgito..."
-Hasta él no llegas.
Hasta él hay océanos.
Con esos
no puede
el jamelgo ruso
No importa.
Iremos a pata.
Despertaba a la llamada
de los bosques
Fieras y fierecillas segregaban fuerza.
Un lechón gruñía aplastado por un elefante.
Los cachorros formaban hileras de cachorros.
El grito humano es insoportable.
Pero la fiera
se exprimía el alma.
(Os traduciré el bramido de los animales,
si no conocéis la lengua animal):
"¡Escucha, Wilson,
bola de grasa!
Si la culpa es del hombre,
castígalo.
Nosotros
no hemos firmado el pacto de Versalles.
Las fieras, sí,
¿pero por qué debemos pasar hambre?
¡Que sufran ellos nuestro dolor animal!
¡Quién pudiera hartarse una vez más!
¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas!
¡A las praderas americanas!"
¡Oh! ¡Oh-uh!
Ya no cabemos en la jaula-bloqueo.
¡Adelante, automóviles!
¡Al mitin, motocicletas!
¡Lo pequeño, a la derecha!
¡Ceded el paso a los camiones!
¡Los caminos se pusieron en fila india!
Escuchad lo que dicen los caminos
¿Qué dicen?
"Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,
retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas.
Por dóciles kilómetros sin empedrar,
estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.
Queremos saturarnos de asfalto,
ceder bajo el peso del expreso.
¡levantáos!
¡Basta de dormir
carreteras mecidas por el polvo!
¡Vamoooos!"
¡Vamos a las minas!
¡A por pan!
¡A por el moreno!
Sembrado para nosotros.
Sin leña
sólo los tontos pueden andar.
¡Al mitin, locomotoras!
¡Locomotoras, al mitin!
¡Rápiiiido!
¡Rápidorápido!
¡Eh,
regiones,
levad anclas!
Tras Tula, Astrakán,
una mole tras otra,
inmóviles
desde Adán,
arrancaron
y avanzan
sobre otras, con ruido de ciudades.
Llevando por delante la oscuridad rezagada,
tropezando con las frentes de los faroles,
iban al mitin legiones de luz,
con las zancadas de postes eléctricos.
Y por encima
conciliando el agua y el fuego,
pudriñendose de ahogados, fluían los mares.
"¡Paso a las olas del Caspio!"
¡No volveremos a Rusia!
No en el flaco Bakú.
En las playas de la jubilosa Niza
brincaremos con la ola mediterránea.»
Y, por fin,
tras el trueno
de correr y trotar,
respirando a pleno pulmón,
en borbotones de nubes salieron por los agujeros
los aires ya tormentosos de Rusia.
¡Vamo-o-o-s!
¡Vamos, vamos!
¡Y todos
los ciento cincuenta millones de gentes,
billones de peces,
trillones de insectos
animales salvajes,
animales domésticos,
centenares de regiones,
con todo lo que hay construido,
lo que vive en ellas,
todo lo movible,
inamovible,
lo que apenas se movía,
reptando,
arrastrándose,
nadando.
Marcho en avalancha
¡en avalancha!
Y retumbaba el sitio
donde estuvo Rusia.
Lo importante
no es comerciar con sacarina,
¡El corazón quiere ser campana que doble!
Hoy
al paraíso
lanzaremos a Rusia
más allá de los irisados pozos del crepúsculo.
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Vamos, vamos!
¡A través de la guardia blanca de las nieves!
¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades
de los límites que por siglos les fijaron las autoridades?
¿Por qué aguzan el oído de los cielos?
¿A quién atalaya el horizonte?
Por eso
hoy
los ojos del mundo entero
están puestos en nosotros
y todos los oídos alertas
captan el más mínimo
sonido nuestro
Para ver esto
Para escuchar estas palabras:
esto es la voluntad de la revolución,
lanzada más allá de sus últimos límites
esto
es un mitin
armazones de máquinas,
gentes, y cuerpos de animales,
esto
son manos
patas
pinzas
bielas
levantadas
aun donde el aire enrarecido
prometiendo una misma cosa al unísono.
Olvidad
a los poetas
que lanzan aullidos celestiales,
olvidadlos,
escuchad esta canción:
Vinimos a través de ciudades,
nos abrimos paso en la tundra
pisamos fango y charcos.
Vinimos millones
millones de obreros,
millones de trabajadores y empleados.
Vinimos de las casas,
escapamos de los almacenes,
de las callejuelas alumbradas
por los incendios.
Venimos millones,
millones de objetos,
destrozados,
rotos,
arruinados.
Bajamos de las montañas
reptamos por bosques
y campos de cebada agostados por los años.
Vinimos, millones,
millones de ganado,
cerriles,
embrutecidos,
hambrientos.
Vinimos
millones
de impíos,
paganos
y ateos
con la frente,
el hierro oxidado,
el campo
Recemos todos
a Dios, con fervor.
¡Aparece,
no de un mullido tálamo estelar,
Dios de hierro,
Dios de fuego
Dios, ni Marte,
ni Neptuno, ni Vegas,
Dios de la carne,
¡Dios-Hombre!
Baja de las estrellas que brillan en las arenas,
liberado de las alturas,
terrestre,
¡sal,
aparece
entre nosotros!
No el que
«estás en los cielos».
Hoy
a la vista de todos
obraremos milagros,
nuestros propios milagros.
Nos encabritamos
si en tu nombre
hay que batallar
en medio del humo
en el fragor del turno.
Nuestras hazañas
serán más difíciles que las del Creador
que llenaba
de cosas el vacío.
No sólo tenemos que construir
con imaginación nueva,
sino también dinamitar lo viejo.
¡Sed, danos de beber!
¡Hambre, aliméntanos!
Ya es hora
de llevar
el cuerpo al combate.
¡Más tupida
sea la descarga
contra los cobardes!
¡Contra el montón,
fuego de metralla!
¡Que todo venga
del mismísimo fondo del alma!
¡A fuego,
a llama,
a hierro,
a luz,
abrasa,
quema,
corta,
destruye!
Nuestras piernas
son abanicos que avientan la polvareda.
Nuestras aletas son naves
Nuestras alas son aeroplanos.
¡Caminar!
¡Volar!
¡Cruzar!
¡Rodar!
haciendo inventario del mundo entero.
Si esa cosa es útil,
bien,
sirve.
Si es inútil,
¡al diablo!
Una cruz negra.
¡Acabaremos contigo,
mundo romántico!
Basta de fe
en el alma,
¡electricidad,
vapor!
¡Basta de mendigos!
¡Embolsad las riquezas de todos los mundos!
¡Matad cuanto es viejo!
¡De los cráneos haced ceniceros!
Arrasadas
las antiguallas,
un mito nuevo
se impondrá en el mundo.
Romperemos con el pie
la barrera del tiempo
Miles de arcoíris
colorearán el cielo.
En un mundo nuevo se abrirán
las rosas y los sueños ensuciados por las rimas.
Todo estará hecho
para el placer
de los niños grandes que somos.
Inventaremos
rosas nuevas,
rosas de capitales con pétalos de plazas.
Vosotros,
los marcados con el estigma del suplicio,
ved al verdugo de hoy.
Y sabréis
que los hombres
pueden ser cariñosos,
con el amor
que la estrella trepa por un rayo.
Nuestra alma
será
confluencia de los Volga de amor.
Todo el que las aguas traigan
-tú o cualquier otro-
será bañado por una mirada luminosa.
Por las arterias más finas
boaremos
las naves feéricas de los hallazgos poéticos.
Y tal como lo escribimos
el mundo será
el miércoles
y ayer
y hoy
y mañana
y siempre,
por los siglos de los siglos.
Por el verano secular,
lucha,
canta:
"En la batalla final"
¡Coreemos un himno común!
¡Más de un millón!
¡Multipliquémonos por cien!
¡Vamos, por las calles!
¡A los tejados!
¡Tras los soles!
¡En los mundos!
¡Gimnastas de la palabra!
Y Rusia
ya no es un pordiosero
no es un montón de escombros,
no es ceniza de casas
Rusia
Rusia entera
es un solo Iván
sus brazos
son
el Neva
y sus pies las estepas del Caspio.
A MÍ, AL AUTOR, DEDICO ESTOS VERSOS
Cuatro,
pesadas como un golpe.
Al César lo que es del César,
y a Dios lo que es de Dios,
y al que es como yo,
¿dónde se mete?
¿Dónde estará listo ese ataúd?
Si yo fuera pequeño,
como el océano grande,
parado de puntas,
en las crestas de las olas,
en flujo nocturno,
acariciaría la luna.
¿Dónde hallar una amada
que a mí se parezca?
Esa no cabe en este cielo pequeño.
¡Oh, si yo fuera mísero,
como un millonario!
¿Qué es para el alma el dinero?
¡Un ladrón insaciable!
A mis deseos de horda desenfrenada,
no alcanza el oro de todas las Californias.
Si yo fuera tartamudo,
como Dante o Petrarca,
le encendería sólo a ella el alma,
y ordenaría que con mis versos se consuma,
y mi palabra,
y mi amor,
como un arco de triunfo,
suntuoso,
dejaría pasar,
las amantes de todos los siglos.
¡Oh, si yo fuera como el trueno callado,
galopando,
haría estremecer la tierra envejecida!
¡Sí!
Con todo el poder de mi voz,
arrancaré un grito enorme,
y los cometas romperán sus colas encendidas,
cayendo de tristeza.
Yo mordería la noche,
con los rayos de mis ojos.
¡Oh, si yo fuera,
opaco como el sol,
mucha falta me hace su resplandor,
no daría mi brillo a esta tierra absurda,
y pasaría arrastrando mi amor astro!
¿En qué noche,
delirante y terrible,
me han parido?
¿Qué Goliath me ha engendrado,
tan grande,
y tan desdeñado?
BARATO SE LIQUIDA
A ti, mujer,
a quien enredo en conmovedora aventura,
o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente.
Todos pasan temerosos apretando los bolsillos.
¡Ridículos!
¡A los pobres,
qué pueden robarles!
Pasarán los años
lo sabrán ustedes,
tal vez, yo,
candidato a dos metros de la morgue municipal,
soy infinitamente más rico,
que cualquier Pierpont Morgan.
Al cabo de tantos y tantos años,
ya no viviré,
moriré de hambre,
o un tiro me pegaré
a mí,
al de fuego,
me estudiarán los profesores,
hasta los puntos y las comas,
y hablarán de dónde y cómo,
y cuándo vivió y nació...
Y desde la cátedra,
un idiota de frente saliente,
recordará a Dios o al demonio.
Se inclinará la muchedumbre,
adorándome inquieta,
y no me reconocerán.
Yo no soy yo.
Dibujarán una cabeza,
con cuerpo o con aureola,
y todas las estudiantes,
antes de dormirse,
soñarán acostadas sobre mis versos.
Soy pesimista -dicen-
¡Ya lo sé!
¡Siempre habrá aprendices en la tierra!
Pero al fin,
escuchadme:
todo lo que posee mi alma,
todo,
¿a ver quién se atreve a medir esta hondura?
Toda la maravilla,
que en la eternidad adornará mi paso,
y aún mi propia inmortalidad,
que tronando por todos los siglos,
juntará a mis admiradores de rodillas,
en el mundo y siempre,
¿todo eso quieren?
lo doy enseguida,
por una sola palabra,
cariñosa,
humana.
¡Gente!
¡Venid, levantando polvo por las avenidas,
aplastando cuerpos, pisando rostros!
Venid de toda la tierra.
Hoy,
en San Petersburgo,
en la calle Nadiézda
por menos de un kopek
se liquida una valiosísima corona,
por una palabra humana.
¿Barato, verdad?
¡Anda,
prueba encontrarla!
¡ESCUCHEN!
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?
Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?
HIMNO AL CRÍTICO
De la pasión de un cochero
y una lavandera charlatana,
nació un hijo mediocre.
El niño no es una basura, no se puede arrojar al tacho.
La madre lloró y lo llamó Crítico.
El padre recordando sus antecesores,
gustaba discutir los derechos de maternidad.
Tenía educación de salón, de sociedad.
El chico debía inclinarse de pura humildad.
Como charla el sereno con la cocinera,
charlaba la madre y lavaba calzones.
De la madre heredó el chiquillo el olor,
y la capacidad de meterse fácil y con jabón.
Cuando creció alto como un bastón,
y las pecas salpicaron su rostro,
con un golpe elegante y feroz,
lo echaron a la calle, para que se haga hombre.
¿Acaso le hace falta mucho al hombre? Un montón.
Unos pantalones largos y un bocado de pan,
con su nariz como moneda de cobre,
desde sus primeros años le tomó al dinero el olor agradable.
A no sé qué propietario, de no sé qué estancia,
fue a golpearle la puerta con delicadeza,
y muy pronto, el Crítico de la famosa estancia,
ordeñó palabras, pan y una corbata de gran prestancia.
Fácil es ahora andar por el mundo vestido y calzado.
A los jóvenes buscadores de juegos exquisitos,
da gusto, aunque sea con unos párrafos,
morderlos con los dientes, y los carrillos ardientes.
Pero si se cuela en la red del diario,
alguna palabra sobre la grandeza de Pushkin o Dante
parece que en el diario se descompone,
un enorme lacayo repugnante.
Y cuando, por último, en un aniversario,
se frotan los ojos entre espirales de incienso,
su nombre aparecerá el primero, barnizado,
y brillando en una tabaquera flamante.
CONVERSANDO CON LA TORRE EIFFEL
París,
caminada por millones de pies,
gastada por miles de llantas.
Ando errante por tus calles,
solo, hasta el horror,
ni un rostro amigo,
hasta el horror,
ni un alma.
Alrededor mío,
los autos fantasean una danza.
Alrededor mío,
desde sus fauces de dragones-pescados y luises,
silba y cae el agua de las fuentes.
Llego a la plaza de la Concordia,
y espero a que venga a la cita,
cruzando la niebla,
surgiendo tras las casas apiladas,
la torre de Eiffel.
¡Chist...!
Torre,
más despacio,
que la pueden ver.
La luna, tema de guillotina,
asiste a nuestra cita.
Me acerqué a ella,
susurrándole en la radio-oreja.
He aquí lo que le digo:
-He hecho propaganda a los edificios y a las cosas.
Nosotros,
sólo esperamos su aprobación.
Torre,
¿quiere encabezar la insurrección?
Torre,
nosotros la elegimos jefe.
Usted,
modelo de genio y técnica,
no debe quedar aquí,
ocultando sus contornos Apollinarios.
No es para usted,
este lugar de podredumbre,
París de prostitutas,
la Bolsa,
y los "poetas".
Los Metró están de acuerdo.
Los Metró están conmigo.
Ellos,
arrojarán al público,
de su embaldosados vientres.
Y la sangre nueva,
lavará las paredes,
de los afiches de polvo y perfume.
Ellas,
-las paredes-
están convencidas.
Ellas no quieren ser esclavas de los avisos lujosos,
ellas saben que les sienta mejor a la cara,
nuestros agudos carteles de lucha.
¡Torre!
¡No tenga miedo a las calles!
Si el Metró no suelta la gente,
la calle lo castigará con los rieles.
Yo levantaré el motín de los rieles.
¿Teme?
Los tractores vendrán en columnas,
nos defenderán.
Vendrá Rive-gauche en nuestra ayuda.
¡No tema!
Ya me puse de acuerdo con los puentes.
Vadear los ríos,
no es fácil.
Los puentes,
se levantarán de golpe,
movidos por el encono,
cerrando las entradas a la ciudad,
por todos los costados de París.
Al primer llamado,
se amotinarán los puentes,
arrojando a los peatones,
con su toros de piedra.
Se rebelarán todas las cosas,
las cosas,
ya no pueden soportar más,
este orden de cosas.
Pasarán quince años o veinte,
se ablandará el acero,
y las mismas cosas
se lo aseguro,
irán solas,
a venderse por las ferias de Montmartre.
¡Torre vamos!
Venga con nosotros.
Usted,
allá, en casa,
nos hace más falta.
¡Venga con nosotros!
La recibiremos,
con el brillo de nuestros aceros.
La recibiremos,
con más ternura que al primer amante amado.
¡Vamos a Moscú!
Torre,
allá tenemos más lugar.
Usted,
tendrá todas las calles que quiera.
Nosotros,
la cuidaremos,
cien veces al día,
lustraremos su acero y su cobre,
y quedará como el sol.
Deje,
que su ciudad,
París de tontas pitucas,
París de bulevares abribocas,
acabe sola,
enterrada en el cementerio del Louvre,
con el vejestorio de su museo en los bosques de Boulogne.
¡Adelante!
¡Marche!
¡Marche con sus cuatro patas poderosas,
remachadas según lo planos de Eiffel,
para que en nuestro cielo,
asome tu frente de radio,
para que nuestras estrellas,
ante ti se avergüencen!
¡Decídase, torre!
Hoy se levantan todos,
removiendo a París,
desde la cabeza hasta los pies.
¡Vamos,
venga con nosotros a la URSS!
¡Venga, con nosotros!
Yo,
le conseguiré el pasaporte.
DESPEDIDA
En el auto ya,
después de cambiar el último franco,
pregunto:
-¿A qué hora partimos hacia Marsella?
París,
corre,
despidiéndome,
con toda su extraordinaria belleza.
Sube a mis ojos,
la humedad de esta separaci6n.
Mi corazón,
de sentimentalismo se ablanda.
¡Yo quisiera vivir,
y morir en París,
si no existiera,
esa tierra,
que se llama Moscú!
¡A CASA!
¡Pensamientos,
volad a casa!
Alma,
abrázate con las honduras del mar.
Aquél,
que todo lo ve constantemente claro,
ése,
a mi juicio,
es simplemente un tonto.
Yo estoy en el peor camarote,
de todos los camarotes,
Toda la noche,
encima mío,
golpean con los pies.
Toda la noche,
indignando la tranquilidad del cielo,
se agita el baile,
y gime la tonada:
"Mariquita,
Mariquita,
Mariquita mía,
por qué,
Mariquita,
ya no me quieres más..."
¿Y para qué tendré yo que querer a Mariquita?
Yo,
no tengo francos,
y a Mariquita,
con sólo un guiño,
y por cien francos,
te hace pasar al camarín.
Con poco dinero se arregla,
ella sólo vive para el "chic".
Pero algún intelectual,
moviendo algo su cabellera sucia,
le conseguirá una máquina de coser,
para coser,
la seda de sus versos.
Los proletarios,
vienen al comunismo,
desde abajo,
desde los bajos,
mineros,
de la hoz,
y el martillo.
Yo,
me arrojo del cielo poético al comunismo,
porque sin él,
no tengo amor.
Da lo mismo,
que yo mismo me deporte,
o me envíen al diablo.
Se oxida el acero de las palabras,
el cobre ennegrece con el tiempo.
¿Para qué debo pudrirme,
y oxidarme,
bajo estas lluvias extranjeras?
Estoy aquí,
en viaje entre las aguas,
con pereza,
pasa el tiempo,
casi no muevo los resortes de mi máquina.
Yo, en realidad,
me siento una fábrica soviética,
que elabora dicha.
No quiero,
que a mí,
como florcita,
me arranquen del campo
después de horas de penosa labor.
Yo quiero,
que sude el gobierno en debates,
dándome encargo para un año.
Yo quiero,
que el Tiempo,
mi comisario,
ordene mi mente.
Yo quiero,
que más que un sueldo de especialista,
me entreguen el aplauso del corazón.
Yo quiero,
que al fin del trabajo,
el consejo de fábrica,
regule mi razón.
Yo quiero,
que la pluma,
se equipare a la bayoneta,
que del trabajo de hacer versos,
como de la producción del hierro y acero,
haga informes en el Ejecutivo,
el camarada Stalin
diciendo:
Hemos superado el nivel,
de las más altas normas para hacer versos,
sobrepasando,
la producción de anteguerra,
en todas las Repúblicas de la Unión Soviética.
A PLENA VOZ
¡Respetables,
camaradas herederos!
Revolviendo,
la m... endurecida de hoy,
estudiando nuestros días de niebla,
ustedes,
tal vez preguntarán por mí,
y tal vez,
vuestro sabio dirá
con alarde de erudición,
hurgando en los problemas de hoy:
dicen,
que una vez vivió,
un cantor del agua hervida,
enemigo rabioso del agua cruda.
Profesor,
quítese los lentes-bicicletas.
Yo mismo,
hablaré de mi tiempo,
y de mí.
Yo,
saneador tempestuoso de la revolución,
movilizado y por vocación,
me fui al frente,
dejando los jardines señoriales de la poesía,
mujer caprichosa
Dicen, cantan;
"Yo planté mi jardincito,
la hijita,
la casita,
el agua tranquilita,
sola hice el jardincito,
sola lo he de regar."
Quien los versos,
riega en regadera,
quien gotea rimas con la boca,
de Mariquitas y matronas,
¿Quién demonios los entiende?
No dan tregua a los suspiros,
mandolinan tras la reja:
"Tara-tina, tara-tina,
ten..."
Muy poco honor,
para que yo levante entre estas rosas,
mis angustiosos sueños,
por la calle donde escupe la tuberculosis,
donde el reo y la sífilis...
Al Agitprop,
l0 tengo entre los labios,
y podría hacer romances a medida,
más fácil y pagan mejor.
Pero yo,
me contenía,
pisando la garganta
de mi propia canción.
¡Escuchen!
camaradas herederos,
al agitador
y caudillo vocinglero,
apagador de las charlas poetizantes.
Yo pasaré,
por encima de los líricos tomitos,
hablando frente a frente,
como si estuviese vivo.
Yo no vendré,
al comunismo lejano,
como los trinos cantores de Esénin.
Mi verso llegará,
a través de la cumbre de los siglos,
por encima de cabezas,
poetas y gobiernos.
Mi verso no llegará,
no,
como llega la flecha lírica amorosa,
no,
como llega al numismata,
una moneda gastada,
ni como llega la luz,
de las estrellas muertas.
Mi verso,
ciclópeo,
romperá,
la mole de los años,
como llegó,
a nuestros días,
visible,
grosero,
palpable,
el acueducto de Roma,
por los esclavos hecho.
Entre pilas de libros,
entre versos enterrados,
al descubrir por casualidad,
el hierro de mis estrofas,
ustedes, con respeto,
las palparán
como viejas armas,
pero aun temibles.
Yo,
con la palabra,
no acostumbro a acariciar el oído.
Las orejitas de señoritas de rulito y buclecito,
yo no las tocaré,
yo, el de amores desbordantes.
Desplegaré
mis páginas,
en desfile,
como tropas,
y pasaré
por mi frente firmemente.
Mi verso,
está de pie,
con peso de plomo,
espera la muerte,
o la vida eterna de la gloria.
Los poemas están inmóviles,
con sus cañones,
apuntando con sus titulares deslumbrantes.
La agudeza de mi verso,
con la agilidad de la caballería,
el arma preferida de la gente,
está inmóvil,
con las rimas sublevadas,
y sus lanzas afiladas,
dispuesta a partir al galope.
Y todos mis ejércitos,
armados hasta los dientes,
que veinte años combatieron,
y en victorias han volado,-
hasta mi última página,
te la entrego a ti,
planeta proletario.
La clase, enemiga del obrero,
es mi enemiga,
implacable,
profunda
y hace tiempo
nos mandaron ir
bajo la enseña roja,
años de trabajo,
y días de hambre.
Pero nosotros,
abrimos de Marx
cada volumen,
como en nuestras casas,
se abren las ventanas,
y sin leerlos
sabíamos a dónde ir,
y en qué frente combatir.
La dialéctica,
nosotros,
no la estudiábamos por Hegel.
Con estruendo de combate,
entraba ella en nuestros versos,
cuando bajo las balas,
bufan de nosotros los burgueses,
como nosotros,
antes huíamos de ellos.
Dejen,
que tras los genios,
en marcha fúnebre,
marche la gloria,
viuda inconsolable.
¡Muera mi verso,
muera como soldado anónimo,
en la tempestad de nuestros días!
Escupo yo,
a todos los bronces monumentos
escupo yo,
al mármol panegírico.
Ya arreglaremos,
nuestras cuentas con la gloria,
-entre nosotros,-
si somos hermanos.
Dejen,
que el socialismo sea,
construido en los combates,
el monumento,
que mejor nosotros merecemos.
Herederos,
corrijan,
del diccionario algunas palabras.
Al río del olvido irán,
los restos de aquellas como:
"prostitución",
"tuberculosis",
y "bloqueo".
Para ustedes,
que son sanos y ágiles,
el poeta,
pintaba con esputos de tisis,
el tosco color de los carteles.
Con la cola de los años,
me vuelvo semejante,
a los monstruos cuaternarios,
descubiertos bajo tierra.
¡Camarada vida,
a ver,
más rápido,
marchemos,
marchemos por el resto del quinquenio!
A mí,
los versos no me acumularon rublos,
no enviaron
los muebleros,
a mi casa,
muebles de caoba.
Y más,
que una camisa limpia y fresca,
les diré,
sinceramente,
no me hace falta nada.
Ante el C. C.,
de los años,
preclaros venideros,
por encima de una banda,
de vividores y fulleros,
yo levantaré,
como carnet bolchevique,
todos,
los cien tomos,
de mis libros partidistas.
VERLAINE Y CEZÁNNE
Yo choco, a cada rato,
con el borde de la mesa o del estante,
midiendo con mis pasos, todos los días,
los cuatro metros de mi cuarto.
Me resulta estrecho todo esto del hotel Istria,
en este rincón, de la calle Campagne-Premiere.
Me oprime, la vida de París.
Eso de echar la angustia, por los bulevares,
no es para nosotros.
A la derecha, tengo el Boulevard Montparnesse,
a la izquierda, el Boulevard Raspall.
Camino y camino sin mezquinar las suelas,
camino de día y de noche,
como un poeta cotidiano,
hasta que ante mis ojos,
se alzan los fantasmas.
ESPERANZA
¡Devolvedme el corazón,
y la sangre hasta mis últimas venas!
¡Llenadme el cráneo de ideas!
Yo no he vivido del todo mi vida,
sobre la tierra.
Yo no he acabado de amar del todo.
Yo fui de dos metros de estatura.
¿Para qué quiero esta altura?
Para este trabajo,
se puede ser de una pulgada.
Me pasé la vida arañando con la pluma,
en un cuartucho de dos metros,
armado con anteojos,
en una pieza-estuche.
Yo haré gratis todo lo que quieran,
limpiaré,
lavaré,
cuidaré,
barreré.
Podría servir aunque no sea más que de portero.
¿Ustedes tienen porteros?
Yo fui alegre a veces,
pero que puedo hacer con esta alegría,
si nuestra desgracia es insondable.
Ahora,
todos en seguida muestran los dientes
para morder,
o para ladrar.
Por si poco fuera este dolor,
por si poco fuera nuestra pena.
¡Llamadme!
Yo trataré de entretenerlos,
con charadas e hipérboles,
con alegorías,
o con el malabarismo de mis versos.
Yo he amado en la vida.
No vale la pena recordarlo.
¿Duele?
¡Qué importa!...
Viviremos cuidando nuestras penas.
Yo amo también a los animales.
¿Ustedes tienen jaulas con animales?
Dadme un puesto de guardián de fieras.
Yo amo a las fieras.
Cuando veo un perrito,
aquí en la panadería hay uno,
todo peladito,
soy capaz de arrancarme mi propio hígado,
y decirle, toma,
come,
no me da lástima, querido.
AMO
1. COMUNMENTE ES ASÍ
El amor le es dado a cualquiera
pero...
entre el empleo,
el dinero y demás,
día tras día,
endurece el subsuelo del corazón.
Sobre el corazón llevamos el cuerpo,
sobre el cuerpo la camisa,
pero esto es poco.
Sólo el idiota,
se pone los puños,
y el pecho lo cubre de almidón.
De viejos se arrepienten.
La mujer se maquilla.
El hombre hace ejercicios con sistema Müller,
pero ya es tarde.
La piel multiplica sus arrugas.
El amor florece,
florece,
y después se deshoja.
* * *
2. DE NIÑO
Yo fui agraciado en el amor, sin límites.
Pero de niño,
la gente preocupada, trabaja.
Y yo,
escapaba a las orillas del río Rión,
y vagaba sin hacer nada.
Se enojaba mi madre:
"¡Chiquillo maldito!"
Mi padre me amenazaba con el cinturón.
Pero yo,
me ganaba tres rublos falsos
y jugaba con los soldados bajo las tapias.
Sin el peso de la camisa,
sin el peso de los botines,
daba vueltas
y me quemaba bajo el sol de Kutaís,
hasta que me daban puntadas al corazón.
El sol se asombraba:
"Apenas se ve
y también tiene corazón
se empeña el chiquillo."
¿Cómo es que cabe en este pedazo de un metro,
el río,
yo,
y las kilométricas cumbres?
* * *
3. ADOLESCENTE
La juventud tiene mil ocupaciones.
Estudiamos gramática hasta atontarnos.
A mí,
me echaron del quinto año,
y fui a apolillar a las cárceles de Moscú.
En nuestro pequeño mundo doméstico,
para las camas aparecen poetas de pelo rizado.
¿Qué saben estos líricos anémicos?
A mí, pues,
me enseñaron a amar en la cárcel.
¿Qué vale comparado con esto,
la tristeza del bosque de Boulogne?
¿Qué vale comparado con esto,
los suspiros ante un paisaje de mar?
Yo, pues,
me enamoré de la ventanilla de la cámara 103,
de la "oficina de pompas fúnebres".
Hay gente que mira al sol todos los días
y se enorgullece.
"No valen mucho sus rayos" -dicen.
Pero yo,
entonces,
por un rayito de sol amarillo,
reflejado sobre mi pared,
hubiera dado todo un mundo.
* * *
4. MI UNIVERSIDAD
¿Sabe francés,
restar,
multiplicar?
¡Declina maravillosamente!
¡Que decline!
Pero, oiga,
¿Acaso usted podría cantar en dúo,
con los edificios?
¿Usted acaso comprende
el idioma de los tranvías?
El hombre, a veces,
apenas sale del cascarón
y ya lleva libros bajo el brazo,
y cuadernos escritos.
Yo,
aprendí el alfabeto en los letreros,
hojeando páginas de estaño y hierro.
Los maestros,
toman la tierra,
la descarnan,
la destrozan,
y enseñan:
-Toda ella
no es más que un globo pequeño, redondo.
Pero yo,
con los codos aprendí geografía.
No en vano he dormido tanto sobre la tierra.
Los historiadores se atormentan con importantes preguntas:
-¿Era o no roja la barba de Barbarosa?
¡Que sea!
No me gusta meterme en las mentiras con telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus historias.
Hablan de Dobroliúbov (para que lo odien)
pero su apellido está en contra,
protesta la familia.
Yo,
desde niño,
aprendí a odiar a los gordos,
a los que se venden por una comida.
Se sientan,
charlan,
y para gustarle a la dama,
hacen sonar sus pobres ideas
con sus frentes llenas de monedas.
Yo,
dialogaba sólo con los edificios,
y las tomas de agua, eran mis interlocutoras,
con la ventana del oído atento escuchando,
los techos oían lo que les arrojaba al oído.
Y luego,
de noche,
sobre una cosa
o la otra
nos pasábamos charlando,
moviendo la "sinhueso".
* * *
5. ADULTO
Los mayores tienen asuntos.
Los rubios tienen bolsillos.
¿Amar?
Por favor,
por cien rublos.
Y yo,
sin casa y sin techo,
las manzanas metidas en los bolsillos rotos,
vagaba asombrado.
Si es de noche,
se ponen los mejores trajes,
descansan el alma sobre viudas o casadas.
A mí
Moscú, me ahogaba de abrazos,
con sus anillos infinitos de plazas.
En los corazones,
suena el reloj de los amantes.
Se exaltan las parejas en el lecho de amor.
Y yo,
buscaba enloquecido,
el pulso salvaje de la ciudad
acostándome con "La Pasión" de sus plazas.
¡Entrad pasiones!
¡Trepad con amor!
¡Desde hoy no soy dueño del corazón!
En los demás -yo sé-,
el corazón está en casa,
en el pecho,
lo sabe cualquiera.
Conmigo,
se volvió loca la anatomía,
soy todo corazón,
y palpita en todas partes.
¡Oh! Cuántas primaveras tuve
en veinte años encendidos y plenos.
El corazón tiene su apéndice,
y su carga sin gastar,
es simplemente insoportable.
Insoportable,
no para el verso,
de verdad.
* * *
6. LO QUE RESULTÓ
Más de lo que se puede,
más de lo que hace falta,
como si colgara de mí,
un delirio poético.
El apéndice del corazón creció agigantado.
Una mole de amor,
una mole de odio.
Debajo del peso -las piernas-, tambaleando se mueven.
Tú sabes,
yo estoy bien formado,
y sin embargo,
cargo el complemento del corazón,
encorvado de hombros,
y me hincho de leche de versos
y no puedo irme,
a donde,
total igual me lleno de nuevo.
Estoy lánguido de lirismo.
¡Oh nodriza del mundo,
hipérbole,
imagen de Maupassant!
* * *
7. LLAMADO
Lo levanté como un atleta
lo llevé como un acróbata,
como a los electores los llevan al mitin,
como en las aldeas llaman a rebato los días de incendio.
Yo llamaba:
"Aquí está,
aquí,
tomadlo".
Cuando esta mole gemía,
sin notar el polvo o el barro,
las damas se apartaban de mí como locas.
-"A nosotras, más chico.
A nosotras, algo así como un tango..."
No puedo llevarlo,
y cargo mi peso.
Quiero arrojarlo
-y sé-
no lo haré.
No resisten los arcos de mis costillas,
mi profundo jadeo.
El pecho rechina
bajo el empuje de mis pujos ardientes.
* * *
8. TÚ
Entraste.
En serio miraste.
La estatura,
el bramido
sencillamente examinaste,
-un chiquillo.
Tomaste,
sacaste el corazón,
y sencillamente te fuiste con él a jugar,
como una niña juega con su pelota.
Y todas,
como si vieran milagros
exclamaron -damas y señoritas:
-¿A ese, amarlo?
Si se echa encima,
hace falta una domadora.
¡Debe ser de una jaula!
Y yo, de júbilo
-perdí el yugo.
Y de alegría,
olvidándome de mí mismo
saltaba,
-como en casamiento de indio-,
tan alegre, y bien me sentía.
* * *
9. IMPOSIBLE
Solo no podré llevar el piano,
y menos aún la caja de hierro.
Si no fuera la caja,
y el piano,
mi corazón lo llevaría de vuelta.
"Los banqueros saben:
somos ricos sin límites,
nos faltan bolsillos-,
guardamos en la caja de hierro".
Mi amor, por ti,
es un tesoro,
y lo guardo en mi caja de hierro,
y como un Creso ando contento.
Y sólo cuando tengo muchas ganas,
saco una sonrisa,
o menos,
y emborrachándome con otros,
gasto a media noche,
unos quince rublos de lirismo en moneda.
* * *
10. Y ASÍ PASA CONMIGO
Las escuadras,
también acuden a las bahías.
El tren,
también se apresura hacia las estaciones.
Y yo, se comprende
-si yo te amo-
voy hacia ti
pues me atraes,
me enloqueces.
Como se apea "El caballero avaro" de Pushkin,
encantado hurgando su sótano,
así yo,
vuelvo hacia ti, amada,
con mi corazón encantado.
Y a casa vuelvo contento,
como ustedes vuelven
y se quitan la roña, lavándose y afeitándose.
Así vuelvo hacia ti.
¿Acaso,
yendo hacia ti no vuelvo a mi casa?
A los terrenales los recibe la tierra
-siempre volvemos a nuestros deseos.
Así yo,
hacia ti siempre me inclino,
apenas nos separamos,
nos vimos apenas.
* * *
11. DEDUCCIÓN
No acabarán el amor,
ni la riña,
ni la distancia.
Pensado,
probado,
verificado.
Levanto solemne
el verso de mil dedos-estrofas.
Juro, amo,
fiel y seguro.
Y DE TODOS MODOS
La calle se ha hundido como la nariz de un sifilítico.
El río es voluptuosidad que se prolonga en saliva.
Lanzando su ropa interior hasta la última hoja
los jardines yacen derrengados obscenamente en junio.
Salgo a la plaza,
me pongo en la cabeza
la calle ardiente, como una peluca roja.
Los peatones me eluden con temor: en mi boca
agita las piernas un grito a medio masticar.
Pero no oiré un reproche, no escucharé ladridos,
y habrá flores a mis pies como a los de un profeta,
porque ustedes, narices hundidas, lo saben muy bien:
yo soy su poeta.
¡Vuestro juicio final me da tanto miedo como una taberna!
Pero tan sólo a mí, a través de edificios en llamas,
me sacarán en andas las prostitutas como a efigie sagrada,
y me mostrarán a Dios en su descargo.
¡Y Dios llorará leyendo mi brevísimo libro!
Hecho de temblores en compactado ovillo, no de palabras;
y echará a correr por el cielo estrechando mis versos
y los recitará a sus amigos conteniendo el aliento.
LA FLAUTA ESPINA DORSAL
Para todos vosotros,
los que me gustaban o me gustan,
guardados por las imágenes santas en la cueva,
levanto el cráneo lleno de versos,
como una copa de vino en un brindis de sobremesa.
Pienso más y más a menudo:
sería mejor poner el fin
con la punta de una bala.
Hoy mismo,
por si acaso,
doy un concierto de despedida.
¡Memoria!
Recoge en la sala del cerebro
las filas inagotables de los amados.
Vierte la risa de los ojos en los ojos.
Adorna la noche de las bodas pasadas.
Verted la alegría de la carne en la carne.
Que la noche no se olvide de nadie.
Hoy tocaré la flauta
en mi propia espina dorsal.
EL POETA ES UN OBRERO
Se le ladra al poeta:
"¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!"
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fábrica.
Y si bien me faltan chimeneas,
esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA
Ciudadano inspector,
perdone la molestia.
Gracias,
no se preocupe,
me quedaré de pie.
Quiero tratar
un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
el poeta
en las filas obreras.
Igual que los que tienen
tiendas y terrenos
también yo debo pagar
impuestos.
Usted me pide
quinientos al semestre
más veinticinco
por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
es igual
a cualquier otro.
Mire
cuántas pérdidas,
cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
naturalmente
eso que llaman rima.
Si la primera línea
termina en "ajo"
entonces, la tercera,
repitiendo las sílabas
debe poner
algo así
como "cascajo".
Si utilizo su lenguaje
la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
de las declinaciones,
de las conjugaciones.
Coges una palabra
y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
y aprietas,
se rompe.
Ciudadano inspector:
le juro
que el poeta paga caras
las palabras.
Hablando mi lenguaje
la rima es un barril
de dinamita,
y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
la estrofa
vuela.
¿Dónde hallar,
y a qué precio,
rimas que estallen
y de golpe maten?
Quizá sólo sean
cinco las rimas
increíbles
y sin estrenar, perdidas
más allá
de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
tenga en cuenta
el pago de los viajes.
La poesía
toda
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
entre miles de toneladas
de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
el calor de estas palabras
comparado
con la humeante
palabra bruta!
Esas palabras
mueven
millares de años,
millares de corazones.
Claro
que hay poetas
de distinta calidad.
Muchos
de hábil mano,
como prestidigitador,
sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
y están felices.
Eso es
robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país.
Esos
versos y odas
aplaudidos
hasta la saciedad
entrarán en la historia
como gastos accesorios
de lo hecho
por dos o tres buenos versos
de nosotros.
Muchos kilos de sal
habrás de comer
como suele decirse,
y fumar cien cigarrillos
hasta
sacar
la palabra preciosa
de las honduras artesianas
de la humanidad.
Rebaje por eso
los impuestos,
quítele
una rueda
a los ceros.
Uno noventa
cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
su formulario tiene:
Ha viajado
o no ha viajado?
Y si le respondo
que en estos quince años
he reventado
decenas de Pegasos,
¿qué?
Póngase usted
en mi sitio,
piense en el servicio
y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
si le digo que soy
caudillo popular
y al mismo tiempo
trabajo a su servicio?
La clase obrera
vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
motores de la pluma.
La máquina
del alma
se gasta con los años.
Dicen entonces:
estás gastado,
fuera.
Cada vez amas menos,
te arriesgas menos
y mi frente
desgastada
por el tiempo no arremete.
Entonces llega
el desgaste mayor,
el desgaste
del alma, del corazón.
Y cuando
este sol,
grande y redondo
se alce
en el futuro
sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
podrido,
muerto en una cuneta
junto
a decenas
de mis colegas.
Hago
mi balance final. Afirmo,
y no miento:
entre los vividores
y actuales fulleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestra deuda
es aullar
como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
y el fragor de la tormenta.
El poeta
siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
las multas,
los impuestos.
Adeudo
las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
sobre lo que aún
no pude cantar.
Al fin y al cabo
¿para qué
tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
es su resurrección,
su inmortalidad,
ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
en un pliego de papel
cogerán una estrofa
y resucitarán este tiempo .
Y ese día
surgirá
con fulgor de asombros,
y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
señor inspector.
Usted, habitante convencido
del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
un pasaje para la eternidad,
calcule
el efecto de mis versos,
divida
mi salario
en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
y se asusten.
No.
Hoy
la rima del poeta
es caricia también,
consigna,
látigo,
bayoneta.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
yo
reclamo un hueco
entre las filas
de los obreros
y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
que todo consiste
en saber utilizar
palabras ajenas,
entonces, camaradas,
aquí tienen mi pluma,
y escriban
ustedes
cuanto quieran.
YO Y NAPOLEÓN
Vivo en la Gran Presnaia
n.º 36/24
Un lugar muy tranquilo.
Muy tranquilo.
¿Entonces?
¿Acaso es asunto mío
que alguien
en alguna parte
de este tempestuoso mundo
haya provocado una guerra?
Ha caído la noche.
Buena. Insidiosa.
¿Por qué esas chicas
se estremecen así, moviendo
ojos tan inmensos como focos?
La muchedumbre callejera
humedece sus labios calientes
en el agua del cielo,
y la ciudad, agitando sus esposas enbanderadas,
implora y vuelve a implorar a la cruz roja.
Una iglesia despeinada se pega
a la cabecera de la avenida
-hatillo lleno de lágrimas-
mientras que los parterres de la avenida
pierden sangre, como un corazón desmenuzado
por los dedos de las balas.
La angustia aumenta, aumenta,
devora la razón endurecida.
Ya los invernaderos de Noev
palidecen por un gas letal.
¡Decid a Moscú
que se retenga!
¡Decidle
que no tiemble!
Un segundo más
e iré al encuentro
del rey de los cielos.
¡Si quiero, os mato al sol!
¡Mirad!
Lava sus banderas en el cielo.
¡Allí está!
Gordo y pelirrojo.
Hace sonar el pavimento
con sus cascos rojos,
avanza sobre el cadáver de los techos.
¡A ti!
que gritas:
"Te destruiré,
te destruiré";
a ti, que divides la noche en las cornisas sangrientas.
Te lanzo un desafío,
yo,
un alma sin miedo.
¡Avanzad, avanzad
hombres estragados por el insomnio,
hombres con la cabeza en llamas!
¡Qué importa!
He aquí nuestro último sol,
el sol de Austerlitz.
Y vosotros, los dementes de Rusia, de Polonia,
avanzad también: hoy
Napoleón soy yo.
Soy el jefe de los ejércitos y aún más.
Comparadnos -a él y a mí-
Él sólo se codeó una vez con la peste
y venció, por atrevido, la muerte;
yo, cada día visito a los apestados
en miles de Jaffa rusos.
Por una sola vez que sin flaquear
afrontó las balas, será honrado
por los siglos de los siglos;
pero yo, tan solo en julio he cruzado
mil puentes de Arcole.
Mi grito está tallado en el granito del tiempo.
Mi grito retumbará y retumba
porque
dentro de un corazón devastado como Egipto
hay millones de pirámides.
Seguidme, hombres estragados por el insomnio
¡Subid!
Con la cabeza en llamas.
Yo te saludo
último sol de mi vida,
sol de Austerlitz!
¡Hombres!
¡Ya es bastante!
Echaos sobre el sol
¡y adelante!
Desteñidlo.
En la catedral estrangulada de la garganta
sube el estertor de una marcha fúnebre.
¡Hombres!
Cuando canonicéis los nombres
de muertos
más famosos que yo,-
acordaos:
entre los muchos que la guerra mató
está el poeta de la Gran Presnaia.
POEMA INCONCLUSO
I
¿Me quiere? ¿No me quiere? Retuerzo las manos
y los dedos
destrozados desperdigo.
Así deshojan al adivinar y esparcen
por mayo
corolas de margaritas del camino.
Aunque las canas descubran el peinado y la barba;
aunque abundantes suenen en plata
los años
espero, confío; que jamás llegue
a mí el vergonzoso buen juicio.
II
Son las dos
estarás en la cama
O tal vez
tú también andes mal.
No hay prisa,
y con urgencias de telegrama
no tengo
porqué
despertarte y molestar
III
El mar se aleja de mí.
El mar se aleja a dormir.
Como dicen, incidente zanjado,
la barca querida varó en lo diario.
Estamos en paz,
y no viene a cuenta un listado
de mutuos dolores, penas y agravios.
IV
Son las dos estarás en la cama.
La Vía Láctea es un Osa de plata estelar.
No hay prisa y con urgencias de telegrama
no tengo porqué despertarte y molestar.
Como dicen, incidente zanjado,
la barca querida embarrancó en lo diario.
Estamos en paz y no viene a cuenta un listado
de mutuos dolores penas y agravios.
Mira en el mundo qué paz;
la noche orló de un tributo de estrellas el cielo.
A estas mismas horas te levantas a hablar
a los siglos, la historia y el universo.
V
Sé de la fuerza de las palabras, sé de las palabras el rebato.
No son a las que aplauden los palcos.
De palabras tales se desprenden los ataúdes
y sus cuatro patitas de roble sacuden.
A veces la suprimen, no se publica ni imprime,
pero la palabra vuela con las cinchas ceñidas,
tañe los siglos y llegan a rastras los trenes
a lamer las manos encallecidas de la poesía.
Sé de la fuerza de las palabras: parece de memos,
pétalos caídos bajo los tacones de un baile.
Pero el hombre con el alma los labios los huesos...
A TODOS
De mi muerte, no se culpe a nadie, y por favor, sin comentarios.
Al difunto le molestaban enormemente.
Mamá, hermanas, camaradas, perdonadme, -no es un método-
(no se lo aconsejo a nadie), pero no tengo otra salida.
Lila, ámame.
Camarada Gobierno: mi familia se compone de Lila Brick, mamá,
mis hermanas y Verónica Vitóldovna Polónskaia.
Si les haces la vida soportable, gracias.
Envíen los versos sin terminar a los Brick. Ellos sabrán descifrarlos.
Como se dice,
el "incidente" ha terminado,
"la barca del amor,
se estrelló contra la vida cotidiana":
Estoy a mano con la vida,
y es inútil recordar,
dolores,
desgracias,
y ofensas recíprocas.
Sigan felices.
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